
Por: Juan Gabriel Gil
En el contexto de la vertiginosidad de las redes sociales, ya han pasado varias semanas desde que el conflicto palestino-israelí tomó de nuevo (dado su carácter de conflicto de larga data) y mayoritariamente las pantallas. Aun con ello, esta es una pequeña reflexión que rescata la discusión desde una arista particular, la colonización y el colonizado palestino.
Disímiles son las interpretaciones de lo que ocurre entre Palestina e Israel; desde guerras, conflictos hasta la ecuánime y cuasi burlesca mención de la respuesta ante los terroristas. Lo que aquí se defiende en cambio, es que, ante la destrucción de Palestina, se hace presente el carácter colonizador de la actuación de Israel.
Esta columna se escapa de ahondar en definiciones estáticas sobre política internacional. Sin embargo, lo que desnuda es que no estamos ante una guerra entre iguales (o al menos tomado de una manera nominal como tal). Si fuera entre Estados, Israel normativamente reconocería a Palestina como tal. Además, la diferencia reside también en que no existe algo como una fuerza unificada palestina contra la que enfrentarse. Lo que hay en cambio es una sistemática colonización por parte de Israel, contra sus históricos habitantes, los palestinos. De ello data el expulsar de los hogares, acabar con las personas y tal como lo mencionaba Frantz Fanon en la colonización francesa sobre Argelia en el siglo pasado, la existencia de una moralización e identificación del colonizado, por parte del colonizador.
“Como para ilustrar el carácter totalitario de la explotación colonial, el colono hace del colonizado una especie de quintaesencia del mal” (Fanon, 2016, pág. 38). Lo que en cierto modo permite la facilidad con que el Estado de Israel destruye Gaza, es concebirlos como personas no merecedoras de la propia existencia, invasores que deben ser expulsados, y, en todo caso, malvados de una manera absoluta.
La anterior moralización, permite a su vez una banalización de las muertes palestinas. No importan cuantos hospitales, escuelas, edificios, refugios o casas sean destruidas, lo primordial es ex ante expulsar a Hamas (he allí un carácter totalitario) y ex post sacar a la gente de allí, con ello ¿Acaso hay manera de defender el genocidio? La respuesta es ¡no!, lo dicho aquí, es solo una visión, cierto es y también un llamado contra la moralización del conflicto, la banalización de la destrucción de Palestina y los destinos religiosos que defiende el Estado de Israel.